viernes, 26 de octubre de 2012

Ventanas rotas

 


En 1996 aparece la primera edición de Arreglando Ventanas Rotas: Restaurando el Orden y Reduciendo el Crimen en Nuestras Comunidades, un libro escrito entre George L. Kelling y Catherine Coles que pronto se convirtió en referente para los gobiernos municipales de carácter conservador y progresista.

La teoría principal defendía que si en el espacio público de las ciudades existía un edificio con una ventana rota, al ver que el edificio no estaba habitado, los “vándalos” romperían todas las que quedaban, más tarde ocuparían el edificio y por último acabarían destrozando el interior. En resumen, el crimen de las ciudades era causa de la dejadez de los barrios más pobres y no de las desigualdades sociales. 

Diferentes gobiernos de todo signo político al leer esta tesis comprendieron que podían eliminar los problemas de los barrios a “golpe de remo” sin entrar a solucionar los problemas sociales que crean el crimen. Cámaras de video vigilancia, control policial, parques urbanos diseñados para que no exista vida pública, y un sin fin de iniciativas de corte autoritario, a cada cual más original, para eliminar todo tipo de actividad nociva para la vida comunitaria, desde la prostitución hasta las drogas, pasando por los pequeños hurtos y la proliferación de bandas juveniles.

Evidentemente el graffiti no pasó desapercibido, entró en aquella categoría de elementos a eliminar para evitar el crimen y había que tratarlo como si fuera una ventana rota. Este hecho demuestra abiertamente el carácter conservador de esta teoría y de las políticas antigraffiti que provienen de ella, ya que un edificio con graffitis crea delincuencia y sin embargo, un edificio con elementos modernistas y vanguardistas de corte europeo al contrario, fama y glamour para la ciudad y venta de guías turísticas con planos y fotografías a todo color.

Sé que dijimos, cuando presentamos el proyecto, que no entraríamos en el eterno debate entre arte o vandalismo, pero me parece tan sumamente clasista la actuación de las autoridades públicas y de la opinión generada sobre el fenómeno social entorno al graffiti que me resulta inevitable caer en el debate.

Para acabar solo queda añadir al más puro estilo marxista, ¡Graffiteros del mundo, uníos! La ciudad es vuestra, no os la dejéis arrebatar.

lunes, 15 de octubre de 2012

Nueva actualización de la galería



Nueva actualización de la galería y el mapa de BuscandoGraffitis, con fotos realizadas el 12 de octubre en el distrito de Sant Martí de Barcelona.


Puedes acceder al mapa de arte urbano o bien a la galería

domingo, 14 de octubre de 2012

Jazz, reggae y graffiti




Estas tres manifestaciones tienen en común una característica clave que determina su forma de expresión y la manera de cómo son entendidas por la sociedad. Esta característica procede de su propio origen, las clases sociales más desfavorecidas.

A principios del siglo XX aparece en las calles de Nueva Orleans una música mestiza, callejera, humilde, alejada de los cánones de la música clásica, que era interpretada por los descendientes de aquellos que habían sido liberados pero que soportaban aún una gran discriminación racial. De esta forma aprecian los primeros ritmos que más tarde se convertirán en el jazz.
   
Con el reggae el proceso es similar, música de los más humildes para los más humildes, que nace en lo que por entonces era una colonia despreciada por parte del imperio británico. Este hecho determina el carácter de los dos estilos, dejando claro que los géneros musicales no son solo notas y un ritmo, sino que también son parte de los propios estilos toda la liturgia que ocurre alrededor mientras la música suena. Es precisamente esta liturgia o entorno, ser estilos propios de las clases populares, lo que creó un rechazo por parte de la sociedad, y muy en particular por las clases adineradas durante los primeros años de los dos estilos musicales.

Con el graffiti ocurre el mismo proceso de marginación por parte del mainstream mediático. El ser, durante los primeros años, un estilo propio de las clases populares le granjeo no pocos enemigos, tanto del mundo artístico como del mundo político, que consideraron esta expresión como un elemento marginal alejado de los cánones de la ciudad idílica, había que borrarlo todo, todo menos en las zonas marginales que al parecer no merecían tal inversión en eliminar esta expresión “vandálica”.

En la actualidad, y pese a empezar a ser aceptado como parte del movimiento artístico contemporáneo, sigue sin tenerse en cuenta en una gran cantidad de círculos académicos aunque como el reggae y el jazz no es solo una forma de expresión artística sino que la liturgia que le rodea lo convierte en un elemento clave para entender la cultura popular y la forma de expresión de las clases sociales más desfavorecidas.